A veces me da por pensar
que soy puro espectáculo. No son delirios de grandeza. Creo que
quien tiene este virus en sus venas, podrá entenderme.
No nos lo podemos
despegar, no podemos vivir sin él, puede llegar a agotarnos, pero al
cabo de un tiempo lo necesitas. Tanto como comer, o beber, o
respirar. Lo haces en casa cuando nadie te mira y te sientes tú.
Pero no es suficiente. El escenario nos llama.
Ortega y Gasset escribió
Miseria y esplendor de la traducción (gajes del oficio),
todos los días en clase me dicen que esta miseria y esplendor de la
traducción o de la interpretación, de veras existe, en cuanto que
un buen traductor o intérprete, cuanto mejor realiza su trabajo, más
invisible resulta. Pensadlo en un momento: aunque según como lo
pensemos esto no es totalmente real, pero ¿quién se acuerda del
maravilloso traductor (o traductores) de Los Simpson cuando la ven? ¿Quién dice “que escritor más cojonudo es Fulano, que ha hecho
una traducción de Harry Potter que hace que millones de personas
puedan leer las obras de J. K. Rowling?” Ni si quiera yo, que me
considero fan del fenómeno Harry Potter y que soy traductora sé
quién es... sabemos que los traductores o los intérpretes solo
existen cuando a Mourihno se le antoja dejar en ridículo a su
intérprete para salir al día siguiente en las portadas de la
prensa. Sin embargo, nadie se hace una idea de la satisfacción que
da terminar una interpretación, salir de un modo mental de trabajo
extremo; escribir el último punto de una traducción cuyos problemas
nos hemos llevado a la cama, el trabajo bien hecho; y que
precisamente ese éxito se materialice en una invisibilidad a los
ojos del público.
Creo que el artista
sufre, también una miseria y esplendor del espectáculo, aunque de
forma totalmente análoga. Cuando nos subimos a un escenario
experimentamos una sensación que nos hace sentir únicos, nos
mantiene alerta, nos da adrenalina, y todo lo demás no importa, ni
debe importar (el espectáculo debe continuar). Nos debemos a un
público que merece ver tu mejor sonrisa, tu mejor yo, y así es como te
sientes: la mejor versión de ti mismo. No es una adicción al
protagonismo, es una adicción a la felicidad. Muchas veces mis
padres me dicen “no te líes más, que luego estás muerta”. Pero
no lo podemos evitar. Queremos crear.
El problema que me viene
a mi por esto, es que creo que ese bloqueo emocional comienza a
afectarme a mi vida personal también... creo que soy capaz de dejar
de sentir. Puedo entender, puedo empatizar, pero “el espectáculo
debe continuar”. No me gusta mostrar mis sentimientos, no los
quiero mostrar, ¿o no los puedo mostrar?... ¿Los tengo? Ni si
quiera en situaciones límite. Me observo y me veo fría, serena. Y
todo me lo tomo así, con serenidad. Y luego cuando estoy sola todo
se me viene encima. Esa es la miseria y esplendor del mundo del
artista. Damos nuestro mejor yo, y nos guardamos nuestro peor yo para
cuando nadie nos ve. Llega un punto en el que todo el mundo, es un
público que merece tu mejor sonrisa.
:(
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