viernes, 25 de octubre de 2013

Show must go on

A veces me da por pensar que soy puro espectáculo. No son delirios de grandeza. Creo que quien tiene este virus en sus venas, podrá entenderme.

No nos lo podemos despegar, no podemos vivir sin él, puede llegar a agotarnos, pero al cabo de un tiempo lo necesitas. Tanto como comer, o beber, o respirar. Lo haces en casa cuando nadie te mira y te sientes tú. Pero no es suficiente. El escenario nos llama.

Ortega y Gasset escribió Miseria y esplendor de la traducción (gajes del oficio), todos los días en clase me dicen que esta miseria y esplendor de la traducción o de la interpretación, de veras existe, en cuanto que un buen traductor o intérprete, cuanto mejor realiza su trabajo, más invisible resulta. Pensadlo en un momento: aunque según como lo pensemos esto no es totalmente real, pero ¿quién se acuerda del maravilloso traductor (o traductores) de Los Simpson cuando la ven? ¿Quién dice “que escritor más cojonudo es Fulano, que ha hecho una traducción de Harry Potter que hace que millones de personas puedan leer las obras de J. K. Rowling?” Ni si quiera yo, que me considero fan del fenómeno Harry Potter y que soy traductora sé quién es... sabemos que los traductores o los intérpretes solo existen cuando a Mourihno se le antoja dejar en ridículo a su intérprete para salir al día siguiente en las portadas de la prensa. Sin embargo, nadie se hace una idea de la satisfacción que da terminar una interpretación, salir de un modo mental de trabajo extremo; escribir el último punto de una traducción cuyos problemas nos hemos llevado a la cama, el trabajo bien hecho; y que precisamente ese éxito se materialice en una invisibilidad a los ojos del público.

Creo que el artista sufre, también una miseria y esplendor del espectáculo, aunque de forma totalmente análoga. Cuando nos subimos a un escenario experimentamos una sensación que nos hace sentir únicos, nos mantiene alerta, nos da adrenalina, y todo lo demás no importa, ni debe importar (el espectáculo debe continuar). Nos debemos a un público que merece ver tu mejor sonrisa, tu mejor yo, y así es como te sientes: la mejor versión de ti mismo. No es una adicción al protagonismo, es una adicción a la felicidad. Muchas veces mis padres me dicen “no te líes más, que luego estás muerta”. Pero no lo podemos evitar. Queremos crear.


El problema que me viene a mi por esto, es que creo que ese bloqueo emocional comienza a afectarme a mi vida personal también... creo que soy capaz de dejar de sentir. Puedo entender, puedo empatizar, pero “el espectáculo debe continuar”. No me gusta mostrar mis sentimientos, no los quiero mostrar, ¿o no los puedo mostrar?... ¿Los tengo? Ni si quiera en situaciones límite. Me observo y me veo fría, serena. Y todo me lo tomo así, con serenidad. Y luego cuando estoy sola todo se me viene encima. Esa es la miseria y esplendor del mundo del artista. Damos nuestro mejor yo, y nos guardamos nuestro peor yo para cuando nadie nos ve. Llega un punto en el que todo el mundo, es un público que merece tu mejor sonrisa.

:(

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